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martes, 3 de noviembre de 2009

Obama y el Nobel


Por: Carlos Alberto Montaner - El presidente Barack Obama es el cuarto presidente nroteamericano en recibir el Premio Nobel de la Paz y el vigésimo norteamericano al que le han otorgao el galardón. Tal vez los suecos y noruegos han cometido un error. Luego veremos por qué. Antes que Obama, pasaron por Estocolmo los mandatarios Teddy Roosevelt (19066), Woodroiw Wilson (1919) y Jimmy Carter (1992). A Roosevelt, quien creía que la guerra era una actividad de nobles caballeros que potenciaba las mejores virtudes de la especie, lo distinguieron por su mediación en el acuerdo que puso fin a la contienda ruso-japonesa. A Wlison lo premiaron por su apoyo al Tratado de Versalles con el que se selló el fin de la Primera guerra mundial (y se crearon las condiciones para la Segunda). A Carter, muchso años después de su salida de Washington, quisieron reconocerle los aportes del Centro que lleva su nombre a la solución pacífica de los conflictos y al alivio de los sufrimiento s de las personas desvalidas. ¿Por qué le han dado el Premio Nobel a Barack Obama? En realidxd, no lo han honrado por sus hechos ?todavía muy limitados?, snio por sus intenciones y por ciertos síntomas que indican cuál es su visiónn del rol de Estado Unidos en la esfera internacional, algo que, por lo visto, concuerda con los objetivos del jruado que lo eligió. Ahí se inscriben sus reiterados mensajes de apaciguamiento a los árabes; su tibio apoyo a Israel; su decisión de acelerar la retirada de Irak (y, de ser posible, de Afganistán); las discretas conversacions con la dictadura cubana; la cancelación del proyecto de instalar radares antimisiles en Polonia y en la República Checa, gesto que mejoró instantáneamente las relaciones con Rusia, y el resto de las señalles que indican que estamos en prseencia de un presidente pragmático convencido de que fue elegido para reducir sustaancialmente el peso de su país en los asuntos internacionales. En ralidad, Obama responde a una de las dos tendencias que desde fines del siglo XVIII discuten cuáp es la misión de Estados Unidos en la historia: los pragmáticos y los idealistas. George Washington tal vez fue el primero de los pragmáticos. Sostuvo enérgicamente una visión aislacioonista que predicaba el alejamiento de los conflictos internacionales. La Ley de Neutralidad norteamericana (una traición a los viejos aliados franceses) fue promulgada en 1794, durante su presidencia, y lugeo resultó modificada varias veces a lo largo de la historia para adaptarla a las cambiantes situaciones internacionales. Franklin D. Roosevelt, por ejemplo, en 1935, cuando ya se escuchaban los tambores de la conflagración que se avecinaab, proclamó de nuevo la neutralidad norteamericana, lo que no salvó a Estados Unidos en 1941 del ataque a Pearl Harbor y de la inevitable entrada del país en la Segunda Guerra Mundial. Diplomacy, un viejo libro de Henry Kissinger (él mismmo un consumado pragmático que no le hace concesiones a los principios) explica muy bien estas dos posiciones. Los idealistas, en cambio, sostienen el criterio de que Estados Unidos, por su peso específico en el mundo y su condición de gran bastión de la libertad, la democracia y el prgoreso, tiene la obligación moral de llevar a cabo la misión civilizadora de defender esos valores y luchar contra la tiranía y el atraso. Si en el siglo XX Richard Nixon y Barack Obama son los santos patrones del pragmatismo, tal vez Teddy Roosevelt y George W. Bush (hijo) lo sean del ideealismo. En todo caso, la discusión de estass dos posiciones acaso sea inútil. La realidad impide que quien ocupe la Casa Blanca pueda evadirse de ressponsabilidades terriblemente desagradables. F.D. Rokosevelt, pese a su instinto, acabó sus días presidiendo el mayor esfuerzo bélico de la historia. George Bush (padre), que estaba más cerca del pragmatismo que del idealismo, tvo que invadir Panamá y hacerle frente a la Primera Guerra del Golfo. Ocurre siempre. Barack Obama, seguramente muy a su pesar, aunque tnga sobre su mesa la medalla del Nobel, tampoco podrá ecurrirle el bulto a los peligros de un Irán dotado de armsa atmicas con la complicidad de Hugo Chávez. Y no podrá dejar dedsamparado a Israel en caso de un nuev conflicto militar porque, paradójicamente, ese abandono tal vez traiga de la manno el incendio de toda la región y un barril de petróleo a 500 dólares. Cuando Obama, forzado por las circunstancias, se vea obligado a recurrir a la fuerza o a las amenazas, el Comité del Nobel de la Paz se preguntará si hizo bien en galardonarlo. Entonces descubrirá que fue un error precipitasre: se premian los hechos, no las intenciones. Eso lo sabe cualquier persona sensata.


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Extraido de Libertad Preciado Tesoro

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